La Magadalene / Graindelavoix
the cult of Mary Magdalene in the early 16th century



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glossamusic.com  (pdf con textos y traducciones)
diverdi.com
glossa GCD P32104
Sint-Pauluskerk, Antwerp
diciembre de 2008










Nicholas CHAMPION. Missa de Sancta Maria Magdalena

I. AD MISSAM
01 - Introitus. Gaudeamus omnes, plainchant / Alexander AGRICOLA   [5:02]
02 - Kyrie   [3:56]
03 - Gloria   [5:31]
04 - Graduale. Propter veritatem, plainchant   [2:41]
05 - Alleluia, surrexit Dominus, plainchant   [3:16]
06 - Prosa. Mane prima sabbati, plainchant / faberdon   [7:24]
07 - Credo   [7:57]
08 - Offertorium. Angelus Domini, plainchant   [2:03]
09 - Sanctus   [7:06]
10 - Agnus Dei   [4:41]
11 - Communio. Diffusa est gratia, plainchant   [1:24]

II. CHANSONS DE LA MAGDALENE
12 - O waerde mont   [5:59]
13 - Pierre BLONDEAU. La Magdalena, basse danse   [3:38]
14 - Maugré danger pompera Magdalena   [3:32]
15 - Claudin de SERMISY. Joyssance vous donneray (chanson et basse danse) - t., Marot   [6:16]
16 - Se j'ayme mon amy   [1:45]
17 - Tous nobles cueurs, venez veoir Magdalene   [4:15]




GRAINDELAVOIX
Björn Schmelzer

voices:
Olalla Alemán, Patrizia Hardt, Silvie Moors - superius
Yves Van Handenhove, Marius Peterson, Paul De Troyer, Lieven Gouwy, Bjorn Schmelzer - tenor
Thomas Vanlede, Arnout Malfliet, Antoni Fajardo - bassus

instruments:
Jan Van Outryve, lute & cittern
Floris De Rycker, lute & renaissance guitar
William Taylor, harp
Thomas Baeté, viol
Liam Fennelly, viol

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La Magdalene


María Magdalena: culto y polémica

Nunca en la historia una polémica o controversia ha dado pie a tanta popularidad como en el caso de María Magdalena. Es cierto que tanto su popularidad como la polémica que la rodea son anteriores al siglo XVI, y de hecho siempre han sido parte de su estatus; sin embargo, alrededor de 1518 ambos sufrieron un aumento repentino sin parangón, ampliado sin duda por el contexto sociocultural, religioso y político de la época. María Magdalena no fue sólo la causa, sino también un síntoma de esta promoción exagerada: una intersección de ambiciones territoriales, artísticas y religiosas que empezó a desplegarse cuando el humanista francés Jacques Lefèvre d'Estaples publicó su manifiesto De Maria Magdalena en París. En él, Lefèvre, famoso humanista a la vez que católico devoto, subvertía mediante una compleja lectura crítica el carácter histórico de la vida de María Magdalena, según la cual la figura venerada por la Iglesia católica no se puede reducir en absoluto a una única persona sino que en realidad es el resultado de comprimir en ella al menos tres mujeres diferentes. Aunque Lefèvre nunca pretendió poner en entredicho las enseñanzas de la Iglesia y sólo deseaba que su herramienta interpretativa favoreciera una lectura auténtica de la Escritura, su publicación causó una auténtica conmoción que tardó años en disiparse y contribuyó a inflamar los ánimos reformistas. Para comprender plenamente su impacto sobre el arte de 1518 en adelante, merece la pena investigar los orígenes y el contexto de este tratado.

¿Cuál fue el motivo de Lefèvre para escribir De Maria Magdalena? ¿Acaso un descontento con las enseñanzas de la Iglesia que venía de atrás? Es posible, pero desde luego no como único motivo. ¿Quizá la crítica al deplorable estado de la Iglesia como institución? Tampoco es eso exactamente. ¿Una reacción contra la devoción popular y el culto a menudo histérico de los santos, que la Iglesia apenas criticaba sino más bien alentaba? En realidad, no, aunque sobre este extremo Lefèvre compartía la opinión de su colega humanista Erasmo, que veía a los santos más como ejemplos que seguir antes que como objeto de culto y veneración. El tratado lo escribió en nombre de un amigo, el monje franciscano François du Moulin de Rochefort, quien a su vez había recibido instrucciones de escribir una Vie de la Magdalene por parte de Luisa de Saboya, madre del rey francés Francisco I, tras su peregrinación a la cueva o caverna de Sainte-Baume.

Por tradición, Sainte-Baume en la Provenza era el lugar en donde María Magdalena se recluyó como penitente durante más de treinta años tras la resurrección de Jesucristo y las labores de conversión que emprendió junto con su hermano Lázaro y otros amigos por el sur de Francia. Favorecido por las disputas en torno a la autenticidad de Vézelay desde el siglo XIII, Sainte-Baume se convirtió en uno de los lugares de peregrinación más populares del siglo XVI y solía estar abarrotado tanto de gente llana como de realeza. Du Moulin estaba confundido por las contradicciones de las Escrituras con respecto a María Magdalena, y dado que quería hacer un retrato nítido para la reina madre y sus hijos, le pidió a Lefèvre que se lo aclarase. Junto con el miniaturista flamenco Godefroy le Batave, Du Moulin concibió un manual maravilloso con medallones ilustrados y anotados que hacía de souvenir, un instrumento de devoción a la par que una auto-representación sacra y emblemática de la monarquía francesa. Al mismo tiempo, la Vie es la primera de una larga serie de obras de arte sobre la Magdalena que muestran la influencia del tratado de Lefèvre. Hablaremos más de ello en la próxima sección.

¿Qué había de chocante en la investigación de Lefèvre? Aquí no podemos entrar en todos los detalles; quien lo desee, puede leer las obras citadas en la bibliografía o bien el propio texto de Lefèvre, disponible en la página web de la Bibliothèque Nationale (www.gallica.bnf.fr). El propio Lefèvre llegó a la conclusión de que María Magdalena era una compilación de tres mujeres distintas, todas ellas mencionadas en los Evangelios. A la primera, una prostituta anónima, se la describe en San Lucas VII, 36-50: es la que ungió los pies de Cristo en casa del fariseo. La segunda se llama María Magdalena y se la describe en San Lucas VIII, 2 como la mujer de la que Cristo expulsó siete demonios. Se convirtió en la primera apóstol porque fue la primera que presenció la resurrección y se lo comunicó a los discípulos, como se relata en San Juan XX, 11-18. A la tercera se la llama María sin más y es la hermana de Marta y Lázaro. También ella le ungió los pies a Cristo (San Juan XII, 1-8), pero es más conocida por recibir »la mejor parte«, como dijo el mismo Cristo, al elegir una vida contemplativa en vez de trabajar hasta la extenuación como su hermana Marta (San Lucas X, 38-42).

Lefèvre se distanció así de la tradición eclesiástica y de hecho negó la existencia de María Magdalena. Al hacerlo reconocía una antigua tradición, pues se acogía a la autoridad de varios padres de la Iglesia como Orígenes, Juan Crisóstomo, San Jerónimo y Ambrosio, que siempre habían proclamado lo mismo. Las críticas de los conservadores cayeron sobre Lefèvre al instante: la cuestión no sólo atañía a la esfera de la teología sino que podría llegar a socavar la devoción popular también. La primera respuesta vino del profesorado de teología de la Sorbona y luego de Cambridge. Otros, en cambio, replicaron en defensa de las tesis de Lefèvre; son bien conocidos los puntos de vista de Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, que usó el caso de Lefèvre para condenar los abusos en el seno de la Iglesia, y los del humanista Erasmo, quien, en su famoso estilo, compuso una parodia burlesca del asunto entero con la intención de prevenir que otros humanistas se implicaran en lo que él consideraba como meras manifestaciones de la cultura religiosa popular. Estas últimas perspectivas probaron sin duda que el debate se había vuelto mucho más amplio que el antagonismo que lo originó.

París pronto se volvió hostil a Lefèvre, quien se ocultó y encontró refugio en la corte francesa. Quizá eso parezca raro, porque fue precisamente la peregrinación de Luisa de Saboya y el resultante álbum conmemorativo de Du Moulin lo que hizo estallar la batalla verbal. En esa época, sin embargo, Luisa de Saboya y sus hijos Margarita de Navarra y Francisco I eran partidarios de las ideas humanistas y de la proto-reforma. Francisco I no se volvería contra los reformistas y hugonotes hasta la década de 1530, aunque Margarita se mantuvo del lado de éstos. No obstante, durante las décadas siguientes, muchos pensadores liberales y reformistas fueron ajusticiados o forzados al exilio. Lefèvre halló refugio en Meaux, donde creó una comunidad humanista, el llamado «cenáculo de Meaux» que habría de ejercer considerable influencia sobre autores como Clément Marot y Rabelais. Una vez más, la figura más destacada de este grupo era Margarita de Navarra.

Si bien la querelle de la Madeleine echó sus primeras raíces en la corte francesa, pronto su influencia iba a extenderse por toda Europa y a otras cortes varias, afectando además a varios círculos religiosos y artísticos. Era una cuestión especialmente delicada para Margarita de Austria y la corte borgoñesa de Mechelen. Margarita, que como futura esposa de Carlos VIII habría de convertirse en reina de Francia, fue educada en la corte como acompañante de Luisa de Saboya y por tanto se habituó al culto de la Magdalena. Varios retratos de Margarita en su infancia (atribuidos al Maestro de la Leyenda de la Magdalena) y como mujer adulta (de Barend van Orley) sosteniendo el frasco de ungüento de la Magdalena dan testimonio de esa tradición. Al mismo tiempo, había una antigua rivalidad entre las cortes francesa y borgoñesa: el ascenso de Sainte-Baume como lugar de peregrinaje ocurrió en el curso del siglo XIV una vez que supuestamente quedó demostrado que el popular enclave de Vézelay no podía pretender que poseía reliquias auténticas. En la Vie de la Magdalene, Du Moulin hace hincapié en que la devoción borgoñesa, contraria a la de Sainte-Baume, estaba basada en una leyenda. La crítica humanista de la autenticidad, que Lefèvre usaría para poner en cuestión al mismísimo objeto de devoción, sirve como criterio para garantizar la autenticidad del culto popular. Sin embargo, la principal fuente de inspiración probablemente seguía siendo la rivalidad política entre ambas cortes. Cuando Carlos V visitó Sainte-Baume más tarde para reclamar las reliquias -irritando sobremanera con ello a Francisco I- lo hizo destacando la genealogía de la corte borgoñesa, que María Magdalena en persona habría convertido al cristianismo mucho antes de que hubiese un rey de Francia cristiano.

Por tanto, no es ninguna coincidencia que el éxito del arte relacionado con la Magdalena se centrara en los Países Bajos. Era una consecuencia directa de la querelle.


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El arte de principios del siglo XVI y la Magdalena en los Países Bajos y Francia

Tanto el arte relacionado con la Magdalena entre 1516 y 1530 como la influencia que recibió del tratado de Lefèvre apenas han sido objeto de estudio. A pesar de la difícil datación de muchos cuadros, es notable la concentración de obras en este periodo. Está claro que no podemos tener la certeza de que tales obras fueran sin duda una reacción al texto de Lefèvre; sin embargo, si conectamos su disputa con la visita y conmemoración de SainteBaume por parte de la corte francesa en 1516 y la fundación por parte del arzobispo de Arles Jean Ferrier de siete oratorios a lo largo del «Chemin des rois» que llevaba directamente al santuario y contribuía a la enorme popularidad del lugar de peregrinación, resulta difícil no conectar este contexto de devoción con la producción creciente en este periodo de cuadros y música relacionados con la Magdalena.

Hacer retratos de la Magdalena ya había sido popular antes, como lo demuestran las numerosas escenas de Noli me tangere («No me toques») y la Magdalena penitente, que según la leyenda fue transportada al cielo por los ángeles (por ejemplo, en el famoso grupo tallado en madera por Tilman Riemenschneider, en torno al 1490). El entremezclado de elementos visuales y auditivos en la figura de la Magdalena se conoce bien por los autos de pasión y misterio. A partir de 1516, la complejidad iconográfica y semiótica se vuelve notablemente más variada y amplia, con los pintores del entorno de Margarita de Austria y los llamados manieristas de Amberes a la cabeza.

Los emblemáticos dibujos circulares en grisalla de Godefroy le Batave en la Vie de la Magdalene sirven de ejemplo, ya que muestran la influencia de los manieristas de Amberes, que convirtieron a la mundana Magdalena en uno de sus temas favoritos en combinación con ecos italianizantes. Los precisos dibujos de paisajes de Godefroy y la típica roca de Sainte-Baume desencadenaron una verdadera moda. Los pintores representaban a Magdalena en este paisaje de varias maneras: Magdalena penitente leyendo un breviario frente a la entrada a la cueva (Adriaen Ysenbrant); Magdalena, apenas visible al fondo, transportada al cielo (Joachim Patinir); Magdalena penitente posando como Venus (el Maestro de las Medias Figuras); Magdalena con el frasco de ungüento en una habitación, viendo la roca desde una ventana o loggia (el Maestro de 1518 y Quentin Metsys). Luego nos encontramos a la Magdalena tras una ventana cerrada, leyendo en una habitación (Ambrosius Benson) o sosteniendo un frasco de ungüento (Jan Gossaert). Por último, hay unos pocos paneles con María Magdalena tocando el laúd (el Maestro de las Medias Figuras). Resulta sorprendente en todos estos cuadros una tendencia a pasar de figura de culto a ejemplo, mediante la cual el complejo contenido sincrético -Magdalena como prostituta y santa a la vez- se reduce al ideal de la mujer ejemplar, tal como la veían los humanistas y pre-reformistas. Sin embargo, la interpretación de Magdalena tañendo el laúd es aún ambigua, pues combina el tema de la mujer casta que lee el breviario con la que toca canciones obscenas al laúd, un instrumento que usaba Rabelais como símbolo de los genitales femeninos y cuya caja abierta en el centro de la habitación deja poco espacio a la imaginación. En cinco cuadros, se puede descifrar claramente la chanson rustique parisina Se j'ayme mon amy, la canción de una malcasada que escoge el cariño de su amante antes que la compañía de su anciano marido. En uno de los cinco cuadros se lee otra partitura: Joyssance vous donneray, una famosa chanson de Claudin de Sermisy con texto de Clément Marot que cambia la vulgaridad del amor carnal por la melancolía del amor platónico a distancia. Según Daniel Heartz, todos estos elementos apuntan a Françoise de Foix, la amante oficial de Francisco I, que quizá sea la mujer retratada. No es ninguna coincidencia que la canción se pueda encontrar asimismo en el llamado Chansonnier de Françoise (Ms. Harley 5242 Br. Mus.).Otra fuente importante es A Music Book for Anne Boleyn, cuya dedicataria vivía por aquel entonces en la corte de Luisa de Saboya y Margarita de Navarra, de la que era amiga íntima. En 1519, el poeta Marot entró al servicio de Margarita, lo cual explica la presencia de la canción en el libro de motetes. Joyssance era una de las canciones favoritas de Margarita, que la empleó para algunos de sus propios poemas. Llama la atención que el libro también contenga algunos motetes sobre la Magdalena, pero tampoco resulta tan sorprendente dado que, tal como ha demostrado Lisa Urkevich, siempre había estado en manos de una mujer (de Luisa de Saboya a Margarita de Navarra a Ana Bolena).

Una variante bien definida de la Magdalena que toca el laúd es la llamada Magdalena de Chatsworth, un retrato de una dama lujosamente ataviada que lee un breviario que descansa sobre un estuche de laúd cerrado. Debajo de él, se puede ver la partitura de O waerde mont, una popular canción flamenca que aparece en el Antwerps Liedboek y en varias adaptaciones del siglo XVI. La canción se encuentra también en el libro de canciones de Johannes Heer, que la escribió en París alrededor de 1510 junto con otra canción sobre la Magdalena, Maugré danger pompera Magdalene, cargada con las imágenes y temas característicos que demuestran la soberanía de Magdalena: su cabeza cortada se exhibía como reliquia en el santuario de Sainte-Baume, que tan imborrable impresión le causó a Margarita de Navarra cuando visitó el centro de peregrinación de niña.

Colin Slim ha demostrado que O waerde mont a su vez suministró material para otra chanson sobre Magdalena, Tous nobles cueurs, venez veoir Magdalene. A pesar de que esta chanson la publicó Attaingnant sin el nombre del autor ni referencia alguna, es casi seguro que se compuso para la boda de Madeleine de la Tour d'Auvergne con Lorenzo II de' Medici en 1518 -la pareja que habría de convertirse en padres de la famosa Catalina de Medici. Es otro ejemplo más de la recuperación de la promoción exagerada de la Magdalena en el contexto de la realeza.

El nuevo estatus de la Magdalena, liberada del culto devoto y acogida a la influencia del humanismo, se podría asociar fácilmente con la antigüedad clásica; sin esfuerzo, la Magdalena de Charsworth (por una inscripción en una jamba) se asocia con las vírgenes vestales, mientras que en el libro de motetes de Ana Bolena se la coloca junto a Palas Atenea y Juno. Su hermano Lázaro parece perfectamente comparable al milagroso Orfeo. Quizá fueran los humanistas de Meaux los que alentaron este tipo de conexiones.

Desde el punto de vista de la temática, el grabado que hizo Lucas van Leyden en 1519 conocido como La danza de la Magdalena es único, aunque el tema central y la escena de caza pueden basarse en dibujos o estudios previos de Godefroy le Batave para la Vie de la Magdalene. Esta danza de la Magdalena a la que se alude en los autos de pasión, encontró su contrapartida musical más destacada en la basse danse La Magdalena atribuida a Pierre Blondeau y publicada por Attaingnant. Ciertas nuevas interpretaciones del grabado de Lucas van Leyden, como las de Liesel Nolan, también arrojan luz sobre canciones como Maugré danger, que usan temas magdalenianos como su carácter mundano, el castillo de Magdalon y la vida paradisíaca para recalcar la soberanía y el santo carisma de la Magdalena.

Por último, hay que mencionar dos trípticos más. Ambos surgieron en Brabante alrededor de 1518, muestran todo un conjunto de escenas de la vida de la Magdalena y se pueden considerar como una reacción más ortodoxa a la querelle de la Madeleine. Tal como ha demostrado Jennifer Bloxam, estos retablos constituyen una contrapartida visual a la Missa de Sancta Maria Magdalena de Nicolas Champion. El primero es el llamado tríptico de la Abadía de Dielegem, atribuido al Maestro de 1518. En el panel central se muestra el lavado de pies en un escenario alucinante, pre-renancentista. El panel izquierdo muestra la resurrección de Lázaro, mientras que el derecho muestra a Magdalena desnuda transportada al Cielo por los ángeles, con la roca de Sainte-Baume que se ve claramente al fondo. Aunque no están en la misma escena, el tríptico muestra por tanto a Magdalena, la hermana de Lázaro, la mujer pecadora y la Magdalena apócrifa de Sainte-Baume reunidas en una sola vista. Otro retablo del Maestro de la Leyenda de la Magdalena muestra en el panel central reconstruido tanto el lavado de pies como la resurrección de Lázaro. Los paneles laterales muestran, al abrirse, a Magdalena cazando con halcones a la izquierda, y a la derecha a Magdalena predicando,dos escenas tomadas del popular Legenda Aurea de Jacobus de Voragine. El retablo cerrado representa la escena del Noli me tangere, con Cristo como jardinero a la izquierda y Magdalena de rodillas a la derecha. Todos los paneles muestran a Magdalena con las mismas ropas de brocado y una capa blanca, lo cual acentúa sin duda su unidad de carácter. Pero, por muy complejo e imaginativo que sea el lenguaje de esos retablos, aun así no llegan a la altura del ejemplo más fascinante y milagroso de arte magdaleniano surgido de la disputa de 1518: la Misa de la Magdalena de Nicolas Champion, una obra que no sólo demuestra la influencia del tratado de Lefèvre, sino también la ambigüedad de su interpretación.

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Nicolas Champion y la Missa de Sancta Maria Magdalena

Nicolas Champion, oriundo de la zona de Lieja (y quizá de la aldea homónima vecina a Namur), aparece por vez primera como el cantante Clais le Liégeois de la capilla de la corte de Borgoña acompañando a Felipe el Hermoso y Juana de Castilla en sus dos viajes a España. Entre sus colegas se contaban famosos cantantes y compositores como Alexander Agricola, Pierre de la Rue, Antoine Divitis y Mabriano de Orto. Parece que Champion ya gozaba de cierta fama, ya que los relatos lo mencionan justo por detrás de La Rue, y una vez incluso se le pagó más que a su colega. Tras la muerte de Felipe en 1506, Champion permaneció en la capilla. Cuando Juana fue encarcelada en Tordesillas (1508), la capilla de la corte se disolvió y Champion regresó a los Países Bajos. Allí residió en la corte de Margarita de Austria en Mechelen y más tarde se unió a la capilla de la corte de Carlos V. Su hermano Jacques fue nombrado maestro de coro de St. Rombaut. Junto con la capilla de la corte, Champion viajó a España dos veces más, al final como maestro de capilla ad interim. En 1516, Champion recibió una importante prebenda de la iglesia de St. Gummarus en Lier. Ahí se asentó y se hizo canónigo. Murió en 1533 en su casa, próxima al convento de Zwartzusters (las hermanas negras).

La obra completa de Champion es excepcionalmente reducida, lo cual es aún más sorprendente dada la madurez e individualidad de su estilo. Sigue siendo un misterio por qué Champion compuso tan poco, aunque a menudo se olvida que por aquel entonces los cantantes y compositores tenían una orientación eminentemente práctica y que para ellos dejar obra tras de sí era algo de importancia secundaria. Como compositor, Champion ha quedado sumido en el completo olvido, al menos hasta ahora. Esta grabación aspira a demostrar que Champion no era un kleinmeister o compositor de segunda fila en absoluto. Patrick Macey ha demostrado que De profundis clamavi para cuatro voces, largo tiempo tenida por una de las mejores obras de Josquin Desprez y analizada por Heinrich Glarean en su tratado Dodecachordon como si fuera típica del estilo de Josquin, en realidad fue compuesta por Champion. Su Misa de la Magdalena es sin duda una obra maestra de igual rango, no sólo por la calidad de su sonido sino por motivos que atañen a la estructura de su composición.

Champion entrelaza en las diversas partes de la misa no sólo un cantus firmus, sino varios. Jennifer Bloxam ha señalado que estos cantus firmi son antífonas del oficio de María Magdalena del rito parisino (Usage de Paris), que se empleó en la corte de Borgoña al menos hasta 1515. Con el fin de crear unidad entre las diversas partes, Champion usa motivos repetidos en las demás voces y escoge antífonas compuestas en el modo mixolidio (dos antífonas las transporta de modos distintos). Junto a esta unidad modal, Champion erige otro orden. En total, emplea siete antífonas repartidas entre cinco partes de la misa (o siete, si contamos el Hosanna del Sanctus y el Agnus Dei III como partes separadas). Las primeras tres antífonas usan el tema del lavado de los pies de Cristo por el pecador anónimo, a quien las antífonas de París llaman María (al contrario que los Evangelios), y se extienden por el Kyrie, Gloria y Credo. Las siguientes tres antífonas describen la aparición de Cristo a Magdalena y su proclamación de la resurrección a los discípulos; se usan en el Sanctus y el Agnus Dei I. Por último, la séptima antífona contiene las propias palabras de Cristo en el sentido de que Magdalena, que contempla a sus pies, ha escogido la mejor parte (optimam partem...). ¿Qué hay de extraordinario en ello? En primer lugar, que Champion emplea exactamente la misma estructura del tratado de Lefèvre en la propuesta de las tres mujeres diferentes que juntas constituyen el personaje ficticio de María Magdalena: la pecadora que lava los pies de Cristo, la primera testigo de la resurrección y, por último, la hermana de Marta, que escoge la mejor opción. En este sentido, la misa es una respuesta mucho más explícita a la disputa que los trípticos antes mencionados, que emplean el material de forma mucho más aleatoria e incluso siguen representando escenas apócrifas.

Champion coloca los tres personajes en un orden que no deja lugar a dudas; aquí se representan tres fases de la vida de María Magdalena, entremezcladas en tres etapas: la purgativa, la activa y la contemplativa. Las antífonas que representan la fase purgativa las combina con el Kyrie, Gloria y Credo; las de la fase activa -en la que Magdalena se libera de siete demonios, ve a Cristo resucitado y se convierte en la primera discípula- quedan incorporados al Sanctus y Agnus Dei I; por último, al final del breve Agnus De¡ III, la meta última de la vida contemplativa se combina con la antífona de la optimam partem. Quizá Champion también conociera la segunda disceptatio (o disputa) de Lefèvre, escrita varios meses después de la primera. En este segundo discurso, claramente reniega de la interpretación que presupone distintas fases de una misma vida -forma poenitentium etincipientium (1), forma activorum et proficientium (2), forma contemplantium et perfectorum (3)- tomándola por ilusión popular o un ardid de predicador. Según Lefèvre, se trata de tres vidas distintas de tres mujeres diferentes. El patetismo musical que desarrolla Champion, sin embargo, intenta aclarar el verdadero sentido de las etapas de manera »afectiva«. Esta misma retórica afectiva es característica de la musica reservata, tal como la describen los estudiosos Glarean y Adrianus Petit Coclico.

Jennifer Bloxam ha demostrado que las antífonas que empleó Champion en su misa provienen del Usage de Paris, que Carlos V sustituyó en 1515 por el rito romano. Eso sería un argumento de peso para fechar la misa antes de 1515, cuando las antífonas aún estaban de moda. Por otra parte, las antífonas de oficio en las misas no sirven a propósito litúrgico alguno sino que funcionan como citas o tropos en una liturgia fija. Además, consideramos que es prácticamente imposible que Champion creara una estructura tan ingeniosa, con base en la actualidad teológica, al margen de las investigaciones de Lefèvre. La estructura entera sólo cobra relevancia en el contexto de la disputa. El hecho de que emplee antífonas parisinas podría apuntar a que obedecía a la opinión ortodoxa de la Iglesia y universidad de París, que convierte en pecadora a la hermana de Marta o, como dice Du Moulin en la Vie de la Magdalene (f. 78): neantmoins ie suy esbay comment leglise et lescolle de Paris tient que la seur de Marthe fut pecheresse, car les Evangelistes nan font point de mentio".

La misa de Champion no es sólo música litúrgica sino que toma parte en un diálogo teológico relevante en la época. A su manera, es una suerte de tratado teológico presentado en forma de experiencia directa de una obra maestra musical. Como el contenido y la estructura de la misa toman tanto prestado del tratado de Lefèvre, pero están insertas en el marco litúrgico de una misa unificada, su interpretación última no puede sino resultar ambigua. La pregunta sobre si Champion tenía en realidad la intención de reconciliar ambas perspectivas opuestas (la liturgia y la devoción a una sola Magdalena frente al carácter histórico de tres Magdalenas separadas) y encarnar el camino de una doble verdad es algo que debe quedar sin respuesta.

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El gótico renacentista: musica reservata, patetismo, afectos, adornos y manierismo

La retórica afectiva empleada por Champion se llama musica reservata y comparte varios rasgos con lo que las artes visuales y la arquitectura de la época llaman el estilo à la moderne. À la moderne no se refiere al estilo renacentista italiano, que se llamaba à l'antique, sino al gótico renacentista que tuvo éxito en los Países Bajos y Francia entre 1490 y 1530. Por nombrar dos de sus muchos ejemplos famosos: los diseños y proyectos arquitectónicos de las familias Kledermans y de Waghemakere, y las obras del heterogéneo grupo de pintores al que Friedländer denominó los manieristas de Amberes. Musicalmente, debemos adentrarnos en el mundo de la práctica, dado que una parte esencial de la musica reservata se hallaba en la interpretación musical en sí.

Este repaso de las características más importantes en cuanto a la composición escrita, la práctica de la ejecución y los efectos auditivos se basa en los escritos teóricos de Petit Coclico, Glareanus, JeanTaisnier y Georg Sigmund Seld, fechados en torno a 1550. Todos ellos reflexionaron sobre la «innovación» en la música, y los dos primeros se basaron sobre todo en la tradición de la generación precedente, tomando a Josquin como principal modelo.

En la primera categoría, examinaremos las características que llamamos «sincréticas» porque conectan contenidos y efectos diversos sin llegar a unificarlos. Champion, por ejemplo, conecta los textos de las antífonas con el de la misa y a menudo los combina con efectos armónicos (por ejemplo, en pedes en el Kyrie I). La retórica de los motivos musicales es a veces simple y concisa, otras caótica y densa. Un pasaje con un ritmo persistente puede quedarse quieto de repente, después de lo cual las voces se suceden unas a otras de nuevo en breves pasajes imitativos. En el Gloria y el Credo, Champion emplea la técnica popular del sprechgesang homofónico, que a su vez se modifica internamente en ocasiones con una técnica que imita coros múltiples. Los sorprendentes efectos de modulación mediante la combinación de distintos modos atraen la atención y establecen un tipo de patetismo afectivo que a menudo va más allá del significado del texto. La variación de compases binarios y terciarios (sesquialtera) facilita el éxtasis, como por ejemplo al final del Gloria.

Una segunda categoría se podría llamar «sinestésica», ya que difumina y unifica sensaciones diferentes tanto en terminología como en experiencia. En esta categoría, primero tenemos que mencionar el «pancolorismo», una sensación que recorre la obra entera y transmite una rápida sucesión de colores. En su De natura cantus ac miraculis vocis (1496), Matthias Herbenus, el humanista de Maastricht, se expresa de manera vívida pero despectiva sobre este efecto: «Pues cómo vais a creer que vuestros ojos han sido gratificados si alguien que se dispone a enseñaros una imagen hermosa os deslumbra de repente, antes de que podáis fijar vuestra vista en ella, con muchos cuadros que cambian de color? Tiendo a creer que os sentiríais más molesto que encantado, porque no podríais formar un juicio cierto al respecto. Pues bien, lo que digo aquí sobre la vista lo podría afirmar de los demás [sentidos] también. Porque los sentidos requieren un espacio propio para absorber los significados: si no se les concede eso, ¿cómo puede la razón juzgar sobre esas ideas formadas imperfectamente? Por tanto, en esas canciones que pasan volando por los oídos tan raudamente que se desvanecen antes de que uno pueda formarse un juicio sobre ellas, la capacidad de juicio se ve superada» (según la traducción inglesa de Rob Wegman).

Champion colorea su obra con la técnica de la commixtio tonorum: la combinación de modos diferentes, tanto en sentido horizontal como vertical. En una densa estructura polifónica, es algo que da la impresión de paletas de color que evolucionan. Cuando se emplean de forma más extrema se desvanece toda experiencia de color estable y primario, lo que resulta en esos colores changeant que preferían los manieristas de Amberes. En una respuesta más bien conservadora, Glarean señala que Josquin mismo usó esta técnica, aunque sólo por mor de la voluptas. El último Agnus Dei es un ejemplo extremo de esta técnica. Probablemente tenga la intención de transmitir el contenido afectivo del estadio contemplativo. A menudo la combinación de modos específicos opera en pro de un efecto de chiaroscuro. Las reglas de la musica ficta, la alteración de algunas notas no marcadas como tales, puede servir para conseguir efectos coloristas específicos.

Sin duda, éste también es uno de los elementos reservati de la práctica, pues la partitura no detalla estas coloraturas, que sólo se pueden apreciar en la ejecución musical misma. Un caso extremo es la ficta en eiecerat en el cantus firmus del Sanctus: en el punto exacto en donde se menciona el exorcismo de los siete demonios, el cantante se ve obligado a cantar un fa sostenido contra un fa en el tenor en el primer tiempo del compás, y eso durante el lapso de una breve. En la palabra demoniae, Champion mezcla dos modos diferentes también. Este tipo de efecto resulta invisible en la partitura -con lo cual se escapa a los comentarios de los teóricos musicales- pero sí se oye cuando se interpreta la música.

La coloración también puede indicar un deseo de ornamentación, una característica adicional de la musica reservata. A este respecto, Coclico ofrece todo tipo de pistas a las que atribuye cualidades sinestésicas prestadas del contexto culinario: «especiado», «con un poco de sal», etc. Sobre la base de ésta y otras fuentes, la misa y otras obras se expandían con adornos. Según el contexto, el estilo empleado era más francés o italiano.

Una segunda experiencia sinestésica es la «infinitesimalización» de la línea y el espacio. Las obras se expanden en cuanto al número de voces, la textura y la densidad que emplean con el fin de lograr una ampliación del espacio. Al mismo tiempo, las líneas se vuelven aún más finas por medio de adornos y disminuciones. Es algo que aumenta aún más la suavitas o dulcedo de la obra. El Arte de melodía, un tratado español de en torno al 1500, recomienda «ablandar» (dulcis o suavis) la línea melódica rígida y áspera: ya no se canta o toca tal como está escrita o se la recuerda, sino embellecida. La línea melódica se suaviza al fragmentaria (cantus fractus). Como tal, se hace más difusa y menos concreta. Este efecto se puede conseguir asimismo mediante pequeñas intervenciones ornamentales como vibratos, trémolos y apoyaturas (onda, tremulacio, quiebro), de la misma manera que llenando los intervalos con notas más breves -la llamada «disminución» o «división» (rastrada, capileyo). Dionisio el Cartujo (1402-71) compara la ruptura de la voz o melodía (fractio vocis o cantus fractus) al rizado del pelo, los pliegues de las telas o las ondas en la superficie del agua.

Un autor anónimo (en De modorum formulis et cantuum qualitatibus) proporciona una ilustración de lo que denomina vox continua, «donde el orden de las notas se sigue de tal manera que el final de una nota no se puede distinguir fácilmente del principio de otra, igual que cuando miramos los colores del arco iris se percibe el rojo, pero no captamos dónde empieza ni dónde termina». Aquí, el difuminado en el tiempo -la sucesión de notas que forman un continuo- se compara a una mezcla espacial sin contornos definidos. La ornamentación musical está directamente conectada por tanto con el problema de los contornos visuales deslizantes y el uso intensivo del color en la pintura medieval tardía.

Este contexto de ambigüedad de los contornos visuales trae a la mente el término sfumato. Sfumare significa literalmente suavizar el contorno trazado de manera demasiado áspera o dura. La ornamentación polifónica intenta que la línea clara se vuelva brumosa o vaga, refractarla o doblarla, todo ello con objeto de recrearla virtualmente, de revelar su verdadera intensidad. La dureza de la línea se acentúa por su estructura: la sucesión de tonos separados por un intervalo, que cada vez causa una pequeña interrupción o choque. La ornamentación suaviza el paso (passaggio) entre intervalos al embellecerlo.

Difuminar la estructura y las líneas nítidas no es más que un aspecto de la ornamentación, y ni siquiera el más importante. Con igual frecuencia, el adorno dobla la estructura y acentúa los puntos nodales (cadencias) a través de una sensación de aceleración, suspensión o caos agudo justo antes de la cadencia. En su juicioso empleo retórico de las relaciones cruzadas y las cadencias inglesas para generar una sensación de contornos difusos, Champion parece haberse convertido en fuente de inspiración para las generaciones subsiguientes.

La sugerencia de Jennifer Bloxam de combinar la misa de Champion con los cantos propios del rito de París ha hecho posible añadir una obra de Alexander Agrícola (Gaudeamus omnes). Es una obra muy diferente en su expresión, pero no menos manierista. Los historiadores de la arquitectura han demostrado con claridad cómo el exuberante estilo gótico de finales del siglo XV y principios del XVI no se abstuvo de tomar en cuenta estilos anteriores. A esta tendencia conservadora, una suerte de neo-gótico avant la lettre, le gustaba incorporar elementos de estilos más antiguos a modo de cita. El Gaudeamus omnes, al que hemos añadido un contratenor improvisado para completar la armonía arcaizante, está compuesto en un estilo cien años más antiguo y parece integrar los efectos de la práctica de la improvisación. Sin embargo, el efecto acústico es sorprendente y transmite a la vez la sensación de grandeza y de turbulencia. También demuestra que no es posible referirse al manierismo en general, sino sólo a elementos estilísticos heterogéneos, manierismos, todos ellos usados obviamente para conseguir patetismo y afectos.

La secuencia Mane prima sabbati la hemos expandido con un falsobordone improvisado con elementos de fauxbordon, basados en obras similares de un manuscrito de Gante, el Codex Montecassino y las secuencias polifónicas de autores contemporáneos. Para nuestra versión definitiva de Tous nobles cueurs, hemos añadido tres voces ornamentales (similares a la Fortuna desperata a seis voces de Agrícola), lo cual evoca con acierto la ambigüedad de la música en los preámbulos de la Reforma en toda su belleza frágil y en declive.

Probablemente no podríamos haber encontrado un lugar de grabación más indicado para esta obra que la iglesia de San Pablo en Amberes. Esta iglesia no sólo está en el corazón del barrio chino de Amberes, lo cual la hace idónea para un programa dedicado a María Magdalena, sino lo que es más importante, se edificó a partir de 1517, exactamente a la vez que Champion estaba componiendo su Misa de la Magdalena. Su flamígero arquitecto fue Domien de Waghemakere, que también diseñó la aguja de la catedral de Amberes. La sublime acústica de esta iglesia sin duda contribuye a la re-creación de la obra maestra de Champion, grabada aquí por vez primera.

BJORN SCHMELZER
traducido por Miguel Schmid

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