Crux
Parisian Easter Music of the 13th & 14th centuries
comentario / Ensemble Peregrina


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Crux

Cruz, forma de la penitencia, clave de la gracia, azote del pecado, canal de la compasión, raíz de la justicia, vía de la vida, estandarte de la gloria, lecho del amante al mediodía, luz que disipa totalmente la nube de la tristeza, serenidad de la conciencia. El hombre la lleva y gracias a ella, se vuelve más firme; la Cruz es necesaria si quieres sostener las alegrías de la luz verdadera.

La Cruz, uno de los símbolos religiosos más eminentes de la historia, está aquí para recordar a los cristianos el acto de amor de Dios mediante el sacrificio de Cristo en el Calvario, que venció al pecado y la muerte. La crucifixión de Cristo y la Cruz misma son algunos de los temas más populares del arte, de la literatura y de la música en todas la épocas y, sin duda alguna, unos de los temas centrales del arte medieval, particularmente durante el siglo XIII en París, donde floreció un estilo musical nuevo, conocido como la Escuela de Notre-Dame, que influenció a toda
Europa. El París del siglo XIII fue el centro de una producción increíblemente innovadora y rica en la música a una o varias voces, que incluía el organum, el motete y el conductus. Las obras pertenecientes a este último género, en particular, ofrecen no solo una música compleja, elaborada y de una excelente factura, sino también una muestra de la belleza y la fuerza del gran número de textos relacionados con el tema de la crucifixión o que evocan una meditación cristiana sobre el sentido de la vida terrenal.

La mayoría de estas piezas son anónimas, por ejemplo el conductus a tres voces sobre la obediencia de Cristo a su Padre, Quis tibi Christe meritas, cuyo texto cita con finura el gradual del Jueves Santo. Algunas piezas pueden sin embargo atribuirse a algún autor coetáneo, entre otros, a una de las personalidades más importantes de la época, el teólogo y profesor de universidad, el parisino Felipe el Canciller (hacia 1165-1236). Este predicador y filósofo reputado era además un poeta lírico, al que se le atribuyen más de 80 cantos latinos o conductus. En el caso de algunos textos, podría incluso haber escrito las melodías, pero no tenemos prueba de ello. Sus poemas, cuya mayor parte trata de las celebraciones litúrgicas del año, se caracterizan por una profusión de juegos de palabras, un rico uso de símbolos y una estructura muy elaborada. En numerosos textos, Felipe el Canciller muestra su preocupación por la edificación moral y combate sin transigencia al clero corrupto. La Pasión de Cristo era así un tema ideal para criticar la hipocresía coetánea y el abuso de poder.

En el conductus a dos voces Clavus pungens acumine, Felipe describe los sufrimientos de Cristo de manera desgarradora. El juego de palabras sobre clavus/clavis (clavo/clave [llave]) domina toda la obra. Los clavos recuerdan la muerte cruel de Cristo: «Por el misterio de los clavos, se abre el Reino de los cielos, y gracias al cuidado del artesano celeste, el clavo se convierte en clave.» Los últimos versos se dirigen directamente a estos «pastores» descarriados, los sacerdotes corruptos, que supuestamente llevan las claves de la sabiduría y de la verdadera fe, y en cambio renuncian a su misión con su comportamiento dispendioso y pecaminoso: «Vosotros, como una manada de lobos, desgarráis los miembros de Cristo y, haciendo mal uso de las claves, transformáis las claves en clavos.»

Los clavos, la tortura, los seres miserables y el cristianismo desagradecido, con alusiones a las lamentaciones de Jeremías, son también los temas de otra obra de Felipe el Canciller, el conductus a una voz Homo vide que pro te patior. Habla el propio Cristo del dolor, exhortando al creyente para que obedezca a sus mandamientos, evite el pecado y escoja así el camino de la salvación. Consejos similares dispensa la primera pieza, un rondellus a una voz, Breves dies hominis, que evoca la brevedad y la fragilidad de la existencia humana y los peligros de la corrupción física.

Tenemos otra pieza rara que sugiere una lamentación personal de Cristo y que alude a las lamentaciones de Jeremías con el rondellus a una voz Vineam meam plantavi, aquí enriquecido por unas voces improvisando en el estribillo. La soledad del Salvador se expresa con estas palabras: «Mi viña, la planté yo; el lagar, lo pisé solo; la viña no dio la fruta esperada, mi ropa, la manché con sangre.» El texto cita también las profecías de Isaías. Cristo nombra todo lo que padeció para salvar al hombre («El vinagre, lo bebí; el látigo, no lo rechacé») y también lo que realizó («El infierno, lo asolé; aquel que mantenía al hombre encadenado, lo desterré»), antes de concluir: «Habiendo preparado mi cuerpo para la Cruz, al tercer día, hice volver mi alma.»

Entre los afligidos testigos de la Pasión de Cristo, estaba la Virgen María –otro tema importante en el arte y la literatura medieval–, celebrada en tres piezas de este disco. Planctus ante nescia de Godofredo (muerto en 1198), segundo prior de Saint Victor en París, era sin duda una de las melodías más conocidas a finales del siglo XII y durante el XIII; se utilizaba en numerosos contrafacta, tanto musicales como textuales, en toda la Europa medieval. Esta obra maestra ofrece un estudio psicológico increíblemente penetrante de la pena y de la ira, de la desesperación y de la duda; habla de la oscuridad más profunda que impregna el alma de la Virgen desesperada, y también de su reconciliación con la muerte de su hijo. De una manera similar, Stabat iuxta, suntuoso arreglo de un texto en prosa del Códice de Las Huelgas, describe una escena conmovedora al pie de la Cruz (también evocada en la célebre secuencia del Stabat mater). Aquí, María experimenta todos los sufrimientos de su hijo agonizante: se siente ella misma clavada en la Cruz, siente las espinas en su cabeza, y sufre la humillación, recibiendo escupitajos y latigazos. Sus sufrimientos son entonces equiparados a los dolores que sintió durante el maravilloso nacimiento de Jesús. La pieza se acaba con el anuncio de la alegría futura de la resurrección. Crux, de te volo conqueri de Felipe el Canciller es un diálogo entre la Virgen y la Cruz. La Virgen «acusa a la Cruz de haberle robado su fruto y de infligir una muerte vergonzosa a aquél que no se merecía tal tratamiento». La Cruz reconoce libremente que adorna sus ramas con la flor de María (de tuo flore fulgeo, de tuo fructu gaudeo) y, como María cuando llevaba el niño en su seno, lleva una dulce carga y posee un dulce fruto (dulce pondus sustineo, dulcem fructum possideo), pero para que se realice la salvación del mundo, para que la vida supere a la muerte (ut vita mortem superet). Esta explicación del sacrificio de Cristo en la Cruz se vuelve a encontrar en el estribillo del rondellus A sinu Patris mittitur: «El salvador del mundo muere para que su muerte quebrante la muerte» (Mundi salvator moritur, ut morte mortem conterat).

El tema de la dulce carga reaparece en el motete a tres voces Cruci Domini / Crux, forma penitentie / PORTARE. El tenor PORTARE («llevar») utiliza un melisma del aleluya marial Alleluia. Dulcis virgo dulcis mater para la Asunción de la Virgen María. Y este canto tiene la misma melodía y casi el mismo texto (en el melisma principal, empleando solo la palabra SUSTINERE en vez de PORTARE) que el Alleluia. Dulce lignum dulces clavos que se refiere al descubrimiento, la recepción y la exaltación de la Cruz, y haciendo él también un paralelo entre la Virgen María llevando al niño y la Cruz llevando a Cristo. Los dos textos de las voces superiores del motete alaban el papel honorable de la Cruz y su importancia como «clave de la gracia» y único camino verdadero hacia el conocimiento cristiano.

Entre las mujeres que acompañan a la Virgen María al pie de la Cruz se encuentra la discípula amada de Cristo, María Magdalena. Y desde su punto de vista se cuenta la historia de la crucifixión en la secuencia de Pascua Surgit Christus cum tropheo. La pieza empieza con un tono narrativo que introduce la temática pascual, pero se centra inmediatamente en el duelo de María Magdalena, que no sabe todavía que el Salvador resucitó. Cuando se le pide una y otra vez que cuente lo que vio en el Calvario, María Magdalena recuerda su dolor al asistir a la muerte de Cristo, y su desesperación al descubrir que el Salvador no se encontraba en su tumba. Las preguntas Dic Maria quid vidisti contemplando crucem Christi («Di, María, ¿qué viste al contemplar la Cruz de Cristo?») y Dic Maria quid fecisti postquam Jesum amisisti («Di, María, ¿qué hiciste tras perder a Cristo?»), incansablemente repetidas como una suerte de mantra, tienen un efecto casi terapéutico; son una alusión evidente a la pregunta Dic nobis Maria quid vidisti in via («Dinos, María, ¿qué viste en el camino?») de la famosa secuencia Victime paschali laudes. Algunos fragmentos de esta célebre secuencia fueron insertados en la pieza siguiente, Surgit Christus cum tropheo. Victime paschali laudes, interpretada aquí en la versión polifónica del Códice de Las Huelgas, concluye con la escena de aclamación de la resurrección del Señor. El mismo momento de alegría solemne reaparece en el conductus a tres voces de Las Huelgas, Resurgentis, que celebra la victoria del Salvador sobre la muerte.

Adam novus, breve canto monofónico del Officium peregrinorum (conocido también como Le Jeu des Pélerins vers Emmaüs) presenta un relato algo naïf del día de la resurrección y de los acontecimientos ulteriores. El ángel que la mujer encuentra frente a la tumba anuncia triunfalmente la resurrección. Luego el texto se dirige hacia Emaús, donde los discípulos ven al peregrino pero no lo reconocen como Cristo resucitado. Y es al romper el pan cuando aparece con su forma verdadera, resplandeciente bajo una luz poderosa. La victoria triunfal sobre la muerte es también el tema principal del rondellus Mors vite propitia, que contiene numerosas alusiones a personajes del Antiguo Testamento, José o Sansón, que simbolizan a Cristo. Al acabar con el estribillo «¡Cristo resucitó al tercer día!» esta pieza sencilla expresa la más pura alegría y nos conduce a la «luz que disipa totalmente la nube de la tristeza».


ACERCA DE LA INTERPRETACIÓN

Los manuscritos que conservan la polifonía de Notre-Dame suelen ser bastante legibles, por lo que hemos empleado facsímiles en la mayoría de los casos. El hecho de trabajar directamente sobre las fuentes influyó mucho en nuestra interpretación, y concretamente en el planteamiento rítmico de los conductus. En el conductus a una sola voz, una ejecución no medida, guiada por el propio texto y su articulación,
parecía la más adecuada. En las piezas a dos o tres voces, hemos hecho una diferencia clara entre los fragmentos melismáticos (sine littera), ejecutados según las reglas de la notación modal, y las partes con texto (cum littera), ejecutadas siguiendo un ritmo libre inspirado en los acentos y el flujo de las palabras. En los rondelli, menos complejos musicalmente, la situación era ambigua, y optamos por una ejecución modal o por una ejecución libre según la calidad rítmica del texto. Consultamos la edición de G. A. Anderson en varias ocasiones.

Las piezas instrumentales para viela, todas de Baptiste Romain, fueron compuestas a partir de melodías procedentes de las obras aquí grabadas (por ejemplo Estampie I, que sigue a Breves dies reutilizando su material musical, y Estampie II, que anticipa la melodía de Mors vite); su estructura es similar a la de las pocas piezas instrumentales que todavía nos quedan de los últimos años del siglo XIII.

Agnieszka Budzińska-Bennett
traducción: Pedro Elías



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