Arsis 4158
2002
Domingo HERNÁNDEZ (priemra mitad del siglo XVII)
01 - Lamentación 2ª del Sábado para los infantes
[14:47]
tiple, tenor, 2 violines, vihuela de arco, archilaúd/tiorba,
clave
anónimo, mediados del siglo XVII
02 - Lamentación 2ª Feria V [8:38]
tenor, vihuela de arco, archilaúd/tiorba, clave
Jusepe XIMÉNEZ (1601-1672)
03 - Obra de primer tono sin paso [5:47]
clave
Pedro XIMÉNEZ de LUNA (fl.1636-ca.1640)
04 - Lamentación 3ª Feria V [7:56]
soprano BG, vihuela de arco, archilaúd/tiorba, clave
anónimo, mediados del siglo XVII · villancico al
Santísimo Sacramento
05 - Ay de mí [7:17]
soprano BG, tenor, 2 violines, vihuela de arco,
archilaúd/tiorba, clave
anónimo [¿Joseph MUNIESA (fl. 1632-†1674)?]
06 - Lamentación 1ª Feria VI [7:14]
tiple, archilaúd/tiroba, clave
Pablo BRUNA (1611-1679)
07 - Tiento de falsas de segundo tono [5:05]
clave
anónimo [¿Pedro XIMÉNEZ de LUNA?]
08 - Lamentación 3ª Feria VI [8:44]
soprano MPB, clave
Joseph RUIZ SAMANIEGO (fl. 1653-1670)
09 - Terra tremuit [2:10]
motete para el Jueves Santo
tenor, soprano MPB, tiple (canto llano), 2 violines, vihuela de
arco, archilaúd/tiorba, clave
Los Músicos de Su Alteza
Luis Antonio González
Maria Pilar Burgos (MPB), soprano
Beatriz Gimeno (BG), soprano
José Ramírez, tiple
Jose Pizarro, tenor
Pablo Prieto, violín (anónimo francés, s.
XIX)
Eduardo Fenoll, violín (Luigi Legnani, Nápoles,
1765)
Pedro Reula, vihuela de arco (Robert Louis Baille, Malaga,
1993, según J. Tielke, Hamburgo, 1699)
Jesús Alonso:
archilaúd (Jose Angel Espejo, Madrid, 1996, según
Matteo Sellas, Venecia, 1641)
tiorba (Jose Angel Espejo, Madrid, 1997, según modelos
italianos)
Luis Antonio González, clave
(Raúl Martin Sevillano, Zaragoza, 1995, según Ioseph
Ioannes Couchet, Amberes, 1679)
“TERRA
TREMUIT”. Música española del s. XVII para la
Semana Santa
Dentro del ciclo litúrgico y festivo anual, la
celebración de la Semana Santa se ha revestido siempre de una
solemnidad particular, avivada en la Europa católica del Barroco
por la recreación en sus aspectos más vehementes y
teatrales: la expresión al vivo del sufrimiento, el dolor, la
sangre, el asombro ante lo terrible y, como colofón, el
omnipresente pensamiento sobre la vanitas, la fugacidad de la vida y la
seguridad de la muerte. Debemos situarnos en un tiempo y un espacio
poblados de abstinencias, ayunos, via crucis y misereres, septenarios
dolorosos, pregones, procesiones, disciplinantes, pasos, instrumentos
de la pasión (cruces, clavos, martillos, tenazas, escaleras,
lanzas, esponjas), representaciones del descendimiento de la cruz -en
Aragón, abajamiento- y del entierro de Cristo con
imágenes articuladas (Cristos y Dolorosas), y otros elementos
que conformaban en el siglo XVII los rituales cuaresmales y
semanasanteros.
Durante el tiempo de Cuaresma y Pasión las prescripciones
litúrgicas prohibían toda manifestación de
alegría, lo que, entre otras cosas, traía consigo la
exclusión del órgano en determinadas ceremonias, o la
sustitución de campanas y campanillas por matracas y carraclas.
Pero, en todo caso, se trataba de una fiesta, con sus elementos de
espectacularidad y de halago —o mortificación— de
los sentidos. Las procesiones, organizadas en Zaragoza (ciudad de la
que procede el repertorio aquí ofrecido) por la Hermandad de la
Preciosísima Sangre de Cristo y por la Orden Tercera de San
Francisco, recorrían las calles al son de campanos roncos, cajas
destempladas y atabales enlutados: en la procesión del Santo
Entierro desfilaban varios pasos (el Nazareno con la cruz, la Dolorosa
con el corazón traspasado por siete espadas, la Cama o Sepulcro
y el terrorífico paso de la Muerte, que abría la comitiva
tras un guión negro), junto con cuatro banderas que figuraban
las partes del mundo, niñas y niños huérfanos,
adultos enlutados, individuos representando personajes bíblicos,
frailes, clero, capillas de música y, para terminar, la Ciudad.
Este ambiente lúgubre pero festivo, grave, severo y recogido,
pero a la vez lleno de exaltación e ímpetu, dio lugar a
numerosas composiciones de belleza y elocuencia inusuales,
músicas austeras y exhuberantes, recias —escójase
la acepción de «recio» que más convenga a
cada pieza, a juicio de vds.: robusto, fuerte, intenso, violento,
impetuoso, sustancioso, penoso, riguroso...— al tiempo que
delicadas, cuya misión era, en palabras de Pablo Nassarre, mover
a los fieles «al dolor de sus culpas».
Los maestros de capilla del siglo XVII dedicaron una parte considerable
de sus esfuerzos creativos a la música de Semana Santa, con
resultados que a menudo exceden en calidad a las obras destinadas a
otras situaciones. Género característico es el de las
lamentaciones o lecciones de tinieblas, que se cantaban en los maitines
de Jueves, Viernes y Sábado Santos, oficio que se iniciaba a la
luz de candelas y bujías, que se iban apagando, una tras otra,
después de cada salmo, por lo que la ceremonia concluía
in tenebris. Lo misterioso del rito, así como lo terrible de los
textos tomados de las lamentaciones de Jeremías, impulsaron a
los maestros a crear obras peculiares, imbuidas de un espíritu
artificioso, a veces extravagante, pero en cualquier caso profundamente
expresivo.
Esta suma de caracteres impregna las composiciones que forman el
programa de la presente grabación, en la que podrán
escucharse varias lamentaciones a solo, compuestas ad longum (las
anónimas y la firmada por Pedro Ximénez de Luna), una
lamentación a versos en que la composición en canto de
órgano alterna con el canto llano (la pieza de Domingo
Hernández), un villancico penitencial anónimo de estilo
dramatizado y la extraña obra sobre cantus firmus, debida a
Joseph Ruiz Samaniego, que da título al CD. Junto a estas
composiciones vocales, se incluyen dos piezas para tecla,
ordinariamente ejecutadas en el órgano pero aquí, por mor
de la costumbre de Cuaresma y Semana Santa, suenan en el
clavicémbalo (clavicordio según la terminología
hispana de la época), instrumento que en tales fechas del
año litúrgico servía para acompañar las
voces de la capilla y, posiblemente, para hacer también las
veces del órgano en sus funciones de instrumento solista.
Para esta grabación nos hemos servido de diferentes tipos de
voces (dos sopranos, un tiple masculino y un tenor) y de varios
instrumentos cuyo uso está perfectamente documentado en la
tradición española de música para la Semana Santa
(violines, vihuela de arco, archilaúd y clavicémbalo),
partiendo siempre para nuestra interpretación de los testimonios
escritos, abundantes y no tan contradictorios como suele pensarse,
sobre la música de Semana Santa en el siglo XVII español.
El uso de estos recursos busca, entre otras cosas, la variedad que
tanto valoraban los tratadistas de los siglos XVII y XVIII, meta que no
siempre se alcanza con facilidad en un repertorio unitario y, por
sí, arduo. Creemos, en todo caso, que tanto la música
como su ejecución construyen una atmósfera a un tiempo
oscura y luminosa, que responde adecuadamente a nuestra moderna
visión de lo barroco.
Luis Antonio Gonzalez