Música profana en la España cristiana / Hespèrion XX
Weltliche Musik im christilichen Spanien










MÚSICA PROFANA DE LA ESPAÑA CRISTIANA Y JUDAICA

Según todas las apariencias, la colección de canciones de El Cancionero de Palacio -la cual se conoce con el nombre de la biblioteca donde se conserva en la actualidad- proviene de la corte del rey Fernando o bien de la del duque de Alba. Esta colección forma parte de una importante tradición medieval. Se han coleccionado todas las canciones que existían, bien fuera para transmitirlas a la posteridad o bien para hacer ostentación de una colección de tales características. Afortunadamente el manuscrito ha llegado a nuestras manos; de otro modo, apenas si sabríamos nada de la música profana en España durante el siglo XV y a principios del XVI.

Este manuscrito es una fuente única, consistente en varios centenares de piezas y es el único en el que figuran los nombres de los compositores de aquella época. Hay detalles importantes que sólo se encuentran en esta colección y que proporcionan informaciones asaz instructivas acerca de la historia de esta música. Sin embargo esta colección no es la única fuente de música medieval española que poseemos. Un antiguo manuscrito de Sevilla y otros, redactados más tarde en Segovia, Elvas y Barcelona, contienen una pequeña parte del repertorio. También se encuentran algunas de las piezas en diversos manuscritos italianos. Pero todos estos fragmentos no proporcionan la más mínima idea de la diversidad y vitalidad de la tradición de las canciones españolas tal como la encontramos en el Cancionero de Palacio, y por supuesto dispondríamos de menos testimonios de este estilo nacional tan típicamente español.

La mayor parte de las canciones recogidas en el Cancionero de Palacio, el cual contiene más de 450 piezas, tienen una forma músico-poética cuya particularidad consiste en que es más concisa y económica que todas las restantes formas de canciones europeas que datan de aquella época. El villancico se distingue ante todo por su claridad, si bien la simple oposición del refrán (estribillo) y de la estrofa (mudanza) permite una enorme flexibilidad de detalle. La mudanza, por ejemplo, puede contener algunos elementos del material musical del refrán (Al Alva venid), puede contrastar con el refrán (Niña y viña), puede exagerarlo y enriquecerlo (Si la noche haze escura) o bien puede condensar el material (¿Con qué la lavaré?). La mayor fuerza creativa se manifiesta en el tratamiento de la repetición (vuelta), la parte transitoria entre la mudanza y el estribillo. Sin embargo la vuelta se inicia con el material musical de la mudanza y finaliza con el estribillo; en otras ocasiones utiliza de nuevo la música del estribillo incorporando palabras distintas, y en otras no aparece más que una simple alusión a la música del estribillo. Los musicólogos han estudiado la enorme diversidad de formas de transición en el villancico, y los resultados obtenidos constituyen una prueba brillante de una riqueza extraordinaria e imprevisible.

Los otros dos cancioneros proporcionan informaciones aún más detalladas de la variedad infinita del villancico. El Cancionero de la Colombina de Sevilla, que perteneció a Fernando Colomb, hijo del descubridor de América, es la primera fuente de este repertorio; en efecto, es el primer manuscrito conocido de la polifonía en España desde la pequeña colección del Llibre Vermell (Libro Rojo), el cual data de alrededores de 1.400. Ciertamente el desarrollo de la música en España en los años comprendidos entre los dos manuscritos sólo puede ser reconstruido imperfectamente, si bien podemos suponer que a la vida musical de aquel período no le faltó actividad. Existen descripciones del estilo musical en España, y el Cancionero de la Colombina pone en evidencia que la polifonía francesa y la italiana eran igualmente conocidas. A despecho de la individualidad de la música española, la influencia de compositores flamencos es tan real como la que se hace sentir entre los compositores italianos durante la etapa inicial del Siglo XVI. Pero durante todos aquellos años, la línea melódica, la pasión y el tormento que se expresan en las figuraciones y la claridad de la forma supieron retener su independencia. El Cancionero de la Colombina muestra los mejores vestigios de un estilo más original y simple del villancico: Niña y viña es un ejemplo de ello; se trata de una canción en la que la línea melódica muestra la diferencia existente entre el estribillo y la mudanza, en un contraste de registro (un rasgo característico de la monodia de la Edad Media); una canción en la que las armonías son asaz libres al objeto de que el oído se encuentre con facilidad la línea melódica. En ¿Cómo no le andaré yo?, al contrario, la tesitura vocal es menos exigente, la línea a tres tiempos es repetida tres veces en la mudanza con armonías diferentes.

La colección del Cancionero de Upsala lleva este nombre debido a que el único ejemplar que se conserva se encuentra en la Biblioteca Nacional de aquella ciudad. Esta colección española, una colección muy singular, impresa en Venecia en 1556, muestra el desarrollo ulterior de la tradición del villancico. Las partes musicales son más extensas que las de las canciones recogidas en el Cancionero de Palacio; hay pasajes a cuatro voces (mientras que los villancicos más antiguos generalmente son a tres voces) y una tendencia hacia una polifonía más elaborada, dejando de lado el estilo declamatorio de la homofonía, que gozaba de una gran popularidad entre Encina y sus contemporáneos. ¿Con que la lavaré? es un ejemplo de ello.

La otra forma que está representada a menudo en el Cancionero de Palacio es el romance: un extenso poema narrativo o un extracto compuesto en cuartetas. La forma, dejemos constancia de ello, no es demasiado interesante, puesto que la música es concebida en función de una proyección del texto en la forma más clara posible. Pero la larga tradición histórica de estas composiciones es una de las contribuciones más excepcionales que España ha aportado a nuestro conocimiento de la Europa medieval. Según las informaciones contemporáneas, parece haber sido inevitable ornamentar el romance en el curso de su interpretación: esas melodías simples y silábicas, repetidas varias veces en base a algunos acordes homofónicos provocan, e incluso exigen, la invención musical y mímica por parte del intérprete. Contar historias es un aspecto bastante especial del canto. Y puesto que esta técnica no estuvo limitada a España, nos da pie para suponer, en vista de la tradición vigorosa que disfruta el romance, que la ornamentación melódica, tal como se presenta en las fuentes musicales, se desarrolló en ese país. Las colecciones de variaciones, publicadas por Narváez y Valderrábano, y el tratado sistemático Tratado de Glosas de Diego Ortiz son más ricos y detallados en su tratamiento que todas las demás publicaciones en Europa durante el mismo período antes de las últimas décadas del siglo XVI. Podríamos pues llegar a la conclusión de que existía una iniciativa similar entre los músicos españoles y entre la música improvisada, la cual se ha perdido puesto que nadie se tomó nunca la molestia de anotarla. Pocas cosas se conservan en ningún lugar de Europa que muestren la simplicidad de las estrofas breves del romance español. La repetición de una forma extremadamente simple en el curso de una serie de estrofas pudo muy bien haber provocado este desarrollo de la ornamentación instrumental y vocal, disciplinada por una parte pero llena de imaginación por otra, tal como se encuentran en las publicaciones de la música española del siglo XVI. Algunos temas de estas variaciones conforme aparecen en las fuentes, son de una simplicidad tal que se diría que no están destinadas a proporcionar la base de una ornamentación magnífica, y parece que fueron tan populares por la simple razón que favorecían el gusto de una ornamentación tal.

Esto se aplica también a la forma de la danza en la que la combinación de acordes no implica una melodía particular. La Romanesca de Mudarra, por ejemplo, se basa en una serie de acordes repetidos tres veces con ornamentaciones distintas, que Ortiz publicó a título de ejemplo. Las tres recercadas (Cara 2) muestran asimismo una estructura bastante simple: acordes formando la base y ornamentaciones floridas para la viola. La tradición, que cultivaba sistemáticamente la música instrumental, abrió paso a la voz con un repertorio escrito, el cual proporciona la prueba de una comprensión idiomática bien rara en aquella época. También es posible que aquella tradición de ornamentación permitiera a España mostrar a Europa la concepción fundamental de una música nueva: la ornamentación simple de los acordes. Los compositores holandeses o alemanes hubieran considerado por debajo de su dignidad ocuparse de un material tan simple como el de ¿Qu' es de ti? de Encina (tal vez sobrestimó su comprensión de esta forma), pero en España estas piezas testimoniaban el esfuerzo excepcional de introducir en la música una simplicidad sorprendente la cual concede valor a cada gesto y atrae la atención del compositor sobre problemas tales como la progresión armónica y la forma musical. La música holandesa parece abundar en notas si se la compara con estas piezas las cuales, por lo demás, permiten un acercamiento musical directo gozando así de una enorme popularidad en el curso del siglo XVI, sin el cual la gloria de la música a principios del siglo XVII jamás hubiera sido posible. Pero el valor de éste método no se limita al alcance histórico: al explotar las posibilidades que le son propias, permite obtener una concepción del texto y del sentido, dando lugar a la individualidad del ejecutante. Nuestra herencia musical sería mucho más pobre si no poseyéramos estas obras.


LA INTERPRETACIÓN

Para permitir al oyente comprender el carácter específico de esta música y de su ejecución, detallamos aquí los métodos de ornamentación e improvisación. Los instrumentos de percusión están todos presentes, así como las introducciones instrumentales de todas las canciones, excepto las de Si la noche haze escura y ¿Con qué la lavaré?. La pieza Propiñán de Melyor es ejecutada cuatro veces, la tercera y la cuarta con trinos. Al alva venid es una pieza para tres voces; los acordes del acompañamiento de ésta y de las demás piezas sigue el ejemplo de la música española tradicional para vihuela y guitarra del siglo XVI. El ostinato, el cual es repetido varias veces en A los baños del amor es sumamente original y poco común para la época. La pavana de Luys Milán es interpretada dos veces, y un pasaje improvisado se encadena con la segunda parte. En Si d' amor pena sentís el acompañamiento es a tres voces y está enriquecido y realizado según los romances que Luys de Milán publicó en su colección El Maestro (Valencia, 1536). La pieza ¿Qu' es de ti? está ornamentada en las estrofas ulteriores. Las recercadas publicadas por Ortiz son acompañadas por la viola con floridas ornamentaciones (cosa que en esta grabación se reproduce fielmente) y por acordes simples, ejecutados por una viola y un laúd que improvisan algunas figuraciones. La vuelta de ¿Con qué la lavaré? está ornamentada en todas sus partes. Ornamentaciones del laúd figuran en Soy serranica.

Todos estos detalles tienen por objeto hacer notar al oyente que la música tal como se presenta en los manuscritos (que son totalmente distintos de nuestras partituras modernas) no cuenta toda la historia. En muchos casos el manuscrito no es más que un medio mnemotécnico que recuerda a los ejecutantes los rasgos característicos de la música.

DAVID FALLOWS




EL VILLANCICO

Durante la segunda mitad del siglo XV se despertó un gran interés por la canción popular en las cortes de Aragón, Navarra y Castilla. Es probable que el primer impulso -como otros durante el Renacimiento- proviniera de Italia bajo la influencia del neoplatonismo y su concepto de la belleza y la bondad de la naturaleza. También es posible que la corte aragonesa de Alfonso V en Nápoles fuera la primera en hallar placer en aquella nueva moda, una moda que se propagó sobre todo por Castilla y que fue recogida en las colecciones de canciones de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Estas canciones populares son conocidas bajo el nombre de villancicos, término derivado de villano (hombre de pueblo). Aunque el interés que los músicos, los poetas y los cortesanos prestaron a estas canciones fue enteramente espontáneo y no fue exactamente en aquella época cuando comenzaron a anotarse por escrito, debe tenerse en cuenta el hecho de que se trata de canciones antiguas provenientes de la tradición oral; la madurez de expresión de estas canciones y también la similitud de los villancicos con otras formas de la poesía lírica de los romances medievales aportan la prueba. Entre ellos podría mencionarse ante todo el refrain francés, las cantigas de amigo gallegas y portuguesas y las jarchas mozárabes, las cuales, incluso bajo la denominación musulmana, supieron conservar su lengua romance. Entre estos varios tipos de canciones y villancicos castellanos existen misteriosas correlaciones en lo que concierne al fondo, a la forma y la expresión; en muchos casos se trata de quejumbrosas canciones de amor cantadas por una joven o una mujer quien, amorosa, se dirige a su madre o su amante (que se presenta bajo el nombre árabe de habib en las jarchas). El villancico, así como la jarcha y el refrán, es una pequeña canción la cual, como la cantiga de amigo, se distingue por el paralelismo de la estructura. El villancico es siempre una canción breve que se compone de dos, tres o cuatro versos (asonantes en caso de que haya una rima) de distinta longitud. Normalmente el villancico se compone de dos partes, sin tener en cuenta el número de líneas o versos que contiene:

A Al alva venid, buen amigo,
B al alva venid,
A A los baños del amor
   sola me iré,
B y en ellos me bañaré.

La brevedad del villancico parece ser una señal distintiva de su estilo como ocurre en el caso de los proverbios populares, en los que el efecto depende de un mensaje tan breve como sea posible. La mayor parte de los villancicos son canciones anónimas transmitidas de generación en generación, de modo que no vale la pena plantear la cuestión de quién es el autor de cada uno de ellos. Se trata de una poesía híbrida, a la formación de la cual cada uno en particular ha prestado su contribución: las gentes cultivadas y las iletradas, los poetas, los músicos y los cantantes ambulantes y ciertamente los hombres y mujeres del pueblo han tomado parte en este largo proceso de creación y de adaptación. Esta poesía no es solamente tradicional sino también popular, puesto que la marca distintiva del estilo tradicional es el elemento popular. Hacia finales del siglo XV se comenzó a aceptar y a apreciar los villancicos populares incluso en la corte, disfrutando de una enorme popularidad en todos los estratos de la nación. Al mismo tiempo que el romance, el villancico se convirtió en la canción de todos los españoles.

Los elementos efectivos del villancico son los siguientes: la técnica de la reiteración, el uso del vocativo ("la mi madre", "buen amigo", "mis amores", "niña") y el uso de la forma diminutiva, tan característica y simpática ("morenica", "pastorico", "mañanica", "zagaleja").

El villancico, siendo una canción rural, refleja el paisaje de Castilla: la montaña, la colina, el roquedal, el valle, el desfiladero, el alba, el fresco de la mañana, la oscuridad de la noche, el canto del gallo, el río, el perfume del trébol, del romero, del tomillo, de la verbena, del olivo, los álamos bajo el viento... Las colecciones de canciones de los siglos XV y XVI presentan estas canciones breves a veces separadamente, una a una, pero en la mayor parte de los casos hallamos una elaboración suplementaria, larga o corta y dividida en estrofas, lo que tradicionalmente se denomina glosa. La forma más simple resulta de la repetición de los pensamientos y palabras de la primera estrofa en la segunda con una rima diferente. Citemos a título de ejemplo:

Amigo que yo más quería
venid al alva del día.
Amigo que yo más amaba
venid a la luz del alba.

Hallamos también la técnica del encadenamiento (como en la leixa-pren de la Edad Media), donde una estrofa comienza por las últimas palabras de la estrofa precedente.

ANTONIO SANCHEZ ROMERALO