El Sueño de Al-Zaqqâq / Luis Delgado



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Nube Negra NN 1.026
1997




EL SUEÑO DE IBN AL-ZAQQÂQ
(Siglo XII)


01 - Balansiya   [3:13]
02 - El saludo   [5:44]
03 - La aurora nocturna   [5:57]
04 - La luna nueva   [2:38]
05 - Bebiendo al alba   [3:44]
06 - El cinturón y el brazalete   [5:59]
07 - La luz de la Axarquía   [3:10]
08 - Rosas en el estanque   [2:56]
09 - La mirada   [4:55]
10 - Amanecer en la mar   [7:20]
11 - La ruta del marfil negro   [5:38]
12 - Epitafio   [5:13]



1. BALANSIYA (490 d.H./1195 d.C.)
Valencia/València
Luis: laúd andalusí, laúd árabe, programación de ordenador y ambientes

2. EL SALUDO
Más delgado que el céfiro es su aroma;
su talle es pasmo de la erguida palma.
La vi pasar con dulce contoneo,
desenvainando el sable de sus ojos.
Los dedos a los labios llevó y besó para saludarme.
Yo pensaba: ¿es hora de cortar las margaritas?
"—¡Ay mi mano —mi boca musitó—, cómo te envidio!"


Aurora: voz
Luis: laúd árabe, d'rbuka y tar árabe

3. LA AURORA NOCTURNA
Tan quebradizo y frágil es su talle
como opulenta y pingüe su cadera.
Corta es la noche y vuela, si ella viene,
no de otras alas, sino del placer llevada.
No hay delicia mayor que su visita.
Una aurora me abraza hasta la aurora,
tahalíes sus brazos en mi cuello.
Los míos, ceñidor de su cintura.


El Arabi: voz
Jaime: kaval
Javier: d'rbuka
Luis: kumbuc, bendhir, cítola, baglamá turca, trompa marina y programación de ordenador

4. LA LUNA NUEVA
Atisbando del mes la luna nueva,
giran por el cielo las pupilas,
en cuanto surgió, como ojos de hurí,
en la flor de la edad. Resplandeciente.
"—¡Bienvenida —le dije—, bienvenida,
más embriagadora que el vino, luna!
¿Te buscan incipiente en los espacios,
y andas ya en plenilunio por las calles?"


Luis: teclados y laúd andalusí

5. BEBIENDO AL ALBA
El juez del alba a las tinieblas prende.
¡Servid el vino sobre el césped mojado!
Nos contemplan sus vasos con burbujas
que suplen a otras lánguidas miradas.
No se apagaron los luceros: sólo
se mudaron del cielo los arriates.

Omar: viola andalusí
Luis: laúd y tar andalusíes, guimbri, d'rbuka, cajón y k'rkebs

6. EL CINTURÓN Y EL BRAZALETE
Me visitó de noche, y hasta el alba
abracé un ramo frágil. Desceñida
luego la vi envuelta en su solo perfume.
"—Oye, mujer, ¿del cinturón qué hiciste?"
Señaló su muñeca: "—Aqui lo he puesto —dijo—;
en el talle me quedaba flojo".


Aurora: voz
Jaime: kaval
Omar: laúd árabe
Luis: laúd andalusí, banjo, laghiuto griego, bendhir, d'rbuka, tar árabe y programación de ordenador

7. LA LUZ DE LA AXARQUÍA
Omar: viola andalusí
Jaime: flauta
El Arabí: voces
Luis: baglamá turca, banjo, k'rkebs, cántara, voces y programación de ordenador

8. ROSAS EN EL ESTANQUE
Las rosas que cayeron en la alberca,
y el soplo de los vientos desparrama,
la sangre son que el caballero herido
vierte a través de la loriga rota.


Luis: teclados, saz turco, e-bow y nei

9. LA MIRADA
Los ojos de ese ciervo me asesinan.
Su languidez mi languidez provoca.
Desnuda sin cesar, para matarme,
la espada que solo envaina el sueño.


Jaime: kaval
Luis: laúd andalusí, santur, crótalos, zarb, dumbek y tar


10. AMANECER EN LA MAR
Nace el sol. Las espadas de sus rayos
hieren, blancas, las huestes de las olas
que con lorigas brillantes las aguardan.
Se cruzan desafíos de fulgores.

Aurora: voz
El Arabí: voz
Eduardo: flauta bajo y flauta alto renacentista
Omar: laúd y viola andalusí
Luis: kumbuç, laúd andalusí, cántara, d'rbuka, tar, crótalos y programación de ordenador

11. LA RUTA DEL MARFIL NEGRO
Carlos: mandolina
Eduardo: qanún y flauta tenor renacentista
Jaime: clarinete
Luis: santur, cántara y programación de ordenador

12. EPITAFIO
De vuestro lado me robó la muerte,
inexorable ley de los humanos.
En ella os precedí; pero a la postre,
no tardaremos en hallarnos juntos.
Decid, por vida vuestra y por mi sueño:
¿no fue nuestro vivir una delicia?
Ore por mí quien por mi tumba pase,
y pague la amistad la fe jurada.


El Arabi: voz
Omar: laud árabe
Luis: santur, voces vathek y ambientes


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Aurora Moreno · voz
Mohamed el Arabí Serghini · voz
Omar Metioui · laúd, viola y tar
Eduardo Paniagua · flauta y qanún
Jaime Muñoz · kaval, flauta y clarinete
Carlos Beceiro · mandolina
Javier Bergia · d'rbuka
· Luis Delgado ·
laúd andalusí, laúd árabe, kumbuç, santur, guimbri, baglarná, laghiuto,
trompa marina, saz, nei, cántara, bendhir, d'rbuka, dumbek, zarb, tar,

voz, crótalos, cajón, teclados y programación de ordenador


Supervisión de textos árabes: Serghini El Arabí y Omar Metioui.
Textos del libro "Poesías" de Ibn Al-Zaqqâq, sobre la traducción de E. Garcia Gómez.


Grabado y producido por Luis Delgado para Nubenegra,
en el Estudio del Cometa de Torrelodones.
Edición digital: Axis (H.W.)






IBN AL-ZAQQÂQ

En la España del siglo XI, el brillante periodo de los Reinos de Taifas se cierra bruscamente con la invasión de los almorávides, que no conocen ni entienden las sutilezas de la poesía árabe cultivada en Al-Andalus. Los propios autores, conscientes del riesgo de esta pérdida, se apresuran a recoger muchas obras en antologías y diwanes.

En Valencia, por contraste, florece en esta época una importante escuela poética neoclásica que ha sido comparada con la escuela siria. Sus creadores son Ibn Jafâya (بن خفاجة/Ibn Khafâja/1058-1139) de Alzira y su sobrino Ibn Al-Zaqqâq (ابن الزقاق/m. 1135). De familia de ricos terratenientes, sus obras viven sin la necesidad apremiante de buscar el favor de los poderosos, creando unos poemas en los que la descripción de la naturaleza va unida a la poesía amorosa y báquica indisolublemente. Con ello da a sus versos un aire agradable de divertimento, y tiene una sensibilidad especial para las cosas más pequeñas, aspectos fugaces de la existencia que normalmente pasan inadvertidos.

Abul Hasan Ali ibn 'Atiyyat Allâh ibn Mutarrif ibn Salma, conocido por Ibn Al-Zaqqâq nació al final del siglo XI en la Valencia del Cid. Vivió en la reconstruida Valencia almorávide, después de su incendio y destrucción tras el abandono de doña Jimena, viuda del Campeador, ordenado por Alfonso VI de Castilla. Su vida no llegó a los cuarenta años, falleciendo hacia el ario 1135. Y de creer los últimos versos, epitafio para sí mismo, debió de haber sido feliz -"¿No fue nuestro vivir una delicia?", aunque el tiempo almorávide no fuera propicio para la poesía. -"¡Oh defensor de la gloria! Defiéndeme contra una época hostil para los literatos..."

Su obra, compilada en un diwan, fue muy difundida y celebrada en su tiempo. Pero en Oriente, al confundirla con la de un tal Ibn al Raqqâq, dejó de ser propagada. Emilio García Gómez estudió el diwan según los manuscritos de Berlín y de Damasco, ofreciéndonos traducidas las veintinueve composiciones, material básico para la obra de Luis Delgado y de este comentario.

Valencia, debido a su fertilidad, fue en tiempo de moros una región muy arabizada, de lengua muy pura y con gobernantes poderosos y acomodados. Culturalmente rezagada y algo aislada, tuvo su apogeo en una tardía primavera, durante el otoño cultural del resto de Al-Andalus. Su luz especial y su espléndida naturaleza se reflejan en la atmósfera incitante y sensual de las obras de sus poetas.

El autor nos muestra en sus metáforas una riqueza sorprendente. Estas alegorías, codificadas y estereotipadas desde la poesía árabe más temprana, son rejuvenecidas e innovadas por Al-Zaqqâq, a juicio de Al-Saqundi (m. 1231), que elogia su transformación, ya que suenan nuevas al oído y hacen penetrante su filo en las inteligencias. Ibn Al-Zaqqâq nos sorprende y nos transmite un mundo refinado y agradable de vivir. Luis Delgado acierta al hacernos soñar con este mundo.

Eduardo Paniagua, Madrid, abril 1997





LA MÚSICA Y LA POESÍA ÁRABES

Fuertemente ligadas entre sí, como la danza y la música o la pintura y la escultura, la música y la poesía árabes son casi inseparables. El poeta árabe es casi siempre músico, y sus textos no conocen mayor gloria que la de ser cantados. Aún desconociendo el significado del poema, o quizá debido a ello, los versos árabes nos suenan tan musicales como la línea melódica del laúd o del nei. La poesía es el perfecto equilibrio entre el ritmo y el fonema, y la podríamos relacionar también con la geometría. Al escuchar desgranarse uno tras otro los sonidos de una estrofa, parece que nuestro oído se pasea también por los ricos atauriques, arrocabes y taraceas de los artesonados andalusíes. El equilibrio, la armonía, el ritmo, la cadencia... son todos términos igualmente aplicables a cada una de estas artes.

La valoración que de la figura del poeta hace la cultura árabe es única. Por la emoción que levantaba un solo verso ante la corte del califa, el poeta podía recibir tan cuantiosa propina, que su destino podía cambiar para siempre en ese mismo instante. Cuenta el insigne Julián Ribera que, según una leyenda del siglo IX, estando en La Meca los tres cantantes más populares del momento, Abensoraid, Algarid y Mabed, «el emir quiso desterrar de la ciudad a poetas y cantores. Estos, para afrontar la medida, dieron un concierto público. Comenzó a cantar Mabed y emocionó vivamente a la concurrencia; cantó Algarid en segundo lugar, y se levantó un lloro general; por fin se puso a cantar Abensoraid, y se produjo tan gran clamor que se comunicó a todos los habitantes de la ciudad, los cuales acudieron en manifestación ante el emir para que revocara la orden».

El musulmán vive atento a la palabra escrita como ningún otro. Los primeros pasos de su infancia comienzan paralelos al aprendizaje de la lectura, para poder leer el Corán. Siendo éste su primer texto, crece en un mundo literario de primer orden, encontrando en la metáfora y en la alegoría un lenguaje casi cotidiano.

Desde el castellano tenemos el privilegio de escuchar el árabe como una lengua familiar; no en vano son cientos las palabras que compartimos con ella. Algunas de las obras presentes son cantadas; otras son sólo instrumentales, pero han utilizado el poema original, con su métrica y su cadencia, como fuente de inspiración.

Disfrutemos pues de este trabajo que comienza llevándonos al alba imaginaria de un día en la Valencia andalusí, y que finaliza con una reflexión sobre la vida y la muerte, escrita por el poeta para ser recordada sobre su tumba.

Luis Delgado, Torrelodones, abril 1997



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